La fecha del retorno de Perón -17 de noviembre de 1972- describe bastante bien las contradicciones de la militancia. En sí misma, la militancia se contrapone a la pasividad o al apoliticismo, pero su función histórica depende de su contenido. No es una novedad que hay militancia revolucionaria, reformista, oportunista o, incluso, fascista. Un miembro de las camisas negras de Mussolini se hubiera sorprendido mucho si se le hubiera negado su condición de militante. Incluso los 'chicos' de la Upau, la agrupación universitaria de la Ucedé de Alvaro Alsogaray, se reconocían en esa definición.

La "vuelta de Perón" fue una consigna que, con intermitencias importantes, marcó la militancia de un sector muy amplio de jóvenes y trabajadores durante los 18 años de su exilio. Durante casi tres años, la sola mención de Perón y Evita fue un delito penal. En esas dos décadas, sin embargo, la militancia que se reconocía en el liderazgo de Perón atravesó experiencias que pusieron tempranamente en evidencia sus limitaciones. Perón ordenó el voto a Arturo Frondizi (al que se opusieron un millón de votos en blanco peronistas), el cual rápidamente inició la era de entregas al capital financiero internacional, la que aún no ha concluido. Lo hizo a través de un pacto que devolvió los sindicatos a la burocracia sindical por medio de una ley de asociaciones profesionales. La crisis de este proceso se manifestó en la huelga general indefinida del 19 de enero de 1959 y en la lucha de barricadas contra el regimiento de La Tablada. Del mismo modo, el peronismo aceptaría, sin lucha, el desconocimiento de su victoria en la provincia de Buenos Aires, el 18 de marzo de 1962 (que detonaría el golpe militar contra Frondizi).

Perón y sus delegados fueron instrumentales al golpe militar de 1966. El general ordenó "desensillar hasta que aclare", en tanto que el burócrata de la UOM, Augusto Vandor, dio su apoyo a Onganía desde mucho antes del zarpazo. La militancia que se reconocía en Perón fue sufriendo descalabro tras descalabro. No es casual, entonces, que en la mayor gesta popular después del 17 de octubre de 1945, el Cordobazo, el reclamo del retorno de Perón no fue escuchado ni una sola vez. La composición política de la militancia que generó el Cordobazo tenía, en una gran parte, otro origen y otro contenido.

El regreso de 1972 fue pactado con la dictadura de Lanusse a través de sus voceros civiles -la UCR y Balbín- y reunió a todo el arco gorila. Fue el recurso último de la dictadura militar frente a un ascenso histórico de las masas que lucía imparable y que se conectaba con una tendencia internacional: mayo francés, primavera de Praga, estudiantazo de México, Asamblea Popular en Bolivia, situación pre-revolucionaria en Chile, huelgas sin precedentes en Uruguay. Perón retornó, en efecto, para contener el movimiento popular o, alternativamente, masacrarlo. Regresó con el patrocinio de la Logia P2, que luego sería la columna vertebral de Massera. Fue el inspirador de la Triple A. Las limitaciones insalvables de la consigna "Perón vuelve" la convirtieron en instrumento de una contrarrevolución y abrieron, indudablemente, el camino al golpe criminal de Videla y compañía.

Que la fecha del retorno de Perón haya sido elegida como el "día de la militancia" representa un caso imparangonable de amnesia histórica o de disociación. Se separa en forma artificial al "primer retorno" del "segundo" (masacre de Ezeiza), como luego se separarían las convocatorias del 1° de Mayo de 1974 (cuando Perón echó a los "imberbes" de la Plaza) y del 12 de junio -cuando, en el mismo lugar, Perón mencionó la "redistribución de los ingresos". La tragedia del retorno de Perón enterró la reivindicación de la militancia por 30 años, que ahora pretende un 'revival' sin el menor balance crítico, olvidando aquello de la historia que se repite de Marx y las segundas vueltas del Martín Fierro.

Jorge Altamira