El inspector Diamond Gerace limpia, con las mangas de su abrigo color hueso, los restos del vomito de su barbilla. Ese segundo litrillo de brandy que desayunò esta mañana tal vez haya sido excesivo. Refresca su rostro para disimular la borrachera y, con lascivia, monta un carro policial rumbo a la escena del crimen. Los lamescrotos de Scotland Yard le aguardan, con gesto desesperado, en un infecto apartamento de la calle Thirty-Three East Men, Gerace suelta un grave eructo de alto poder salpicador, saca de su bolsillo una lupa pegoteada y con restos de vello presumiblemente pubico, adheridos a la lente, y husmea en busca de pruebas.
Primero observa el cadaver de un moreno marinero del Brasil, al que le han aplastado el craneo y el torso mediante golpes asestados con un inmenso adoquin no Londinese, luego se detiene en una gorra de policia ensangrentada que yace sobre la sucia moqueta. Finalmente interroga a la encargada del edificio, una obesa anciana lisiada que asegura que, la noche del crimen, viò ingresar en el apartamento a un policia tomado de la mano del moreno marino del Brasil. El interrogatorio a la vieja minusvalida se interrumpe, pues la muy floja rompe a llorar y se desmaya.
El detective aprovecha la distracciòn que causa el desvanecimiento y en pleno pasillo suelta un estallido de diarrea sobre una maceta en al que una hiedra lucha por su vida. Aliviado y sin limpiar sus nalgas, Gerace sube sus pantalones, señala a la tullida y sin mirarles grita a los anolaxos de la Scotland Yard "!Cojan a esa vieja, es la asesina!!".
"Rayos Gerace, como lo supiste?" -pregunta el hijo menor del Inspector Detective- |
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Resoluciòn al misterio: Ni la edad, ni el genero, ni las discapacidades impiden que un comerciante pueda desarrollar fuerzas sobrehumanas toda vez que es estafado. De seguro, el marino negroide intentò no pagar su renta, huba una discusiòn y la anciana le asesinò. Acabado que hubo la faena, la senil impedida, osò entonces echar culpas sobre la Scotland Yard. Caso cerrado. Ahora a hurgar en las pertenencias del finado marinero y de la lisiada homicida, quizà escondan alguna petaca de brandy.
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