"El último Caballero de la Noche"
En la foto, de bigotes detras del soldado Leguizamón, el cabo primero Alvarado quien murió en combate, en las islas Malvinas, en 1982. |
EL SOLDADO LEGUIZAMÓN
Los primeros días de enero de 1976, Justo Antonio Leguizamón, de la ciudad de Chivilcoy, fue citado al servicio militar obligatorio. Partió a la ciudad de Mercedes, provincia de Buenos Aires, al regimiento nº 6 “General Viamonte”. El acceso principal a la guardia de prevención, se encontraba a la vera del viejo trazado de la ruta nacional 5, la que bordeaba el perímetro fuertemente custodiado.
En cierta oportunidad, un sargento del batallón, le dijo a los conscriptos: “quien me traiga un vidrio para mi escritorio le doy una semana de franco” Sin saber cómo lo conseguiría, instantáneamente el conscripto Leguizamón levantó su mano. Era una forma de salir de ese infierno por lo menos, unos dias. El fin de semana, en una vidriería en su pueblo, lo hizo cortar a medida y partió el domingo a la tarde. Fue una verdadera odisea transportarlo en el micro. Tomó todos los recaudos para que llegara entero y mucho más dificultoso fue convencer al chofer de la empresa Liniers que se detuviera en la puerta del regimiento. Era un sitio donde se corría un inminente riesgo de recibir una balacera. Todo resultó a pedir de boca y disfrutó su semana de franco.
Las licencias extraordinarias otorgadas a los colimbas eran sintéticamente eso. Leguizamón había descubierto que ciertos militares eran muy permeables a escuchar y dar franco a conscriptos con problemas determinados.
Solicitaban permiso para ver a un familiar moribundo, otros que habían sido padre de familia y la situación ameritaba a cualquier cuestión cierta o incierta que pueda ser creíble. El personaje, no tuvo mejor idea que pedir franco mintiendo que su padre se hallaba postrado a punto de morir. En su segunda intentona, fue descubierto su ardid. Había obviado que los sub oficiales hablaban entre si y conocían las situaciones particulares de los colimbas. La intentona le costó tres días en el calabozo y un mes sin salidas.
A pesar del castigo, Leguizamón no escarmentaba. Sentía que la obligación de servir un año y algo más en el servicio militar, era un tiempo perdido. Amaba la libertad. Era un gorrión Chivilcoyano aprisionado en una jaula.
El 20 de junio de 1976, se efectuó la tradicional jura de la Bandera Nacional. Un acto donde en ceremonia solemne, el colimba se transformaba en soldado y prometía defender la patria y su bandera con su vida.
Se hallaba formado junto a su compañía, en primera fila, cuadrado con su arma al hombro. Un teniente primero lo observó y notó que Leguizamón estaba visiblemente emocionado. Le dijo con voz marcial e imperativa “soldado porque está llorando” a lo que le contestó: “en la Bandera veo a mi madre mi teniente primero”.
Le ordenó que se presentara luego en su oficina. La sorpresa fue que le suscribió, a partir de ese momento, quince días de licencia. Había tocado la fibra íntima del oficial al comparar la enseña nacional con lo más sagrado que puede tener un hombre.
Otra vez, se había salido con la suya.
*Daniel Tordò. Autor local, publicò ya varios libros sobre el heroico Cura Bibolini "El Cura de las Pampas" y "Los valientes olvidados por el olvido". -entre otros y otras actividades relacionadas con lo cultural, lo artistico y lo comercial-.
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