Como en un comic donde los villanos se vuelven a reciclar, número tras numero, año tras año. Los mueve las otras ansias no por el hecho de figurar, sino de subsirstir hasta arriba del lomo de un dinosaurio. Esas mismas ansias que los llevan a ser sobrevivientes, los mejores jugadores de un juego al mejor estilo gran hermano, donde sus ideologías de gillette bambolean tras bamboleo.
Dicen que nadie resiste un archivo. Y es que tienen razón, cuando alguien que le gusta coleccionar boletas electorales, abrió una carpetita y luego de un clak! salió este recuerdo.
Un mal recuerdo. Cuando no te importa nada y el amor al poder los moviliza. Acá están en una lista de un partido que se llamaba UCD. ¿Se acuerdan quién estaban? El derechista Alsogaray, ex ministro, ex prudente y mastín de los intereses del fondo monetario, política de hambre y empobrecimiento. O su hija, María Julia, condenada por ladrona en su gestión de vaciamiento de la compañía de teléfonos argentina (ENTEL)
Y aquí las ansias de figurar y poder, no conoció escrúpulos de nada, encolumnados bajo la figura de un genocida que integró grupos de tareas que secuestró, torturó e hizo desaparecer gente.
Hoy aquí, muchos de esos reciclados dicen ser los pilares del civismo, de la democracia, de la probidad, de la sobriedad y solo son patéticas figuras que tendrían que haber dado un paso al costado hace muchos años, porque han perdido la compostura. No hablo de la vergüenza privada, sino de la vergüenza publica por imponderables, inútiles, destructores de oficio, sanguijuelas y parásitos institucionales que a través de estos años le han hecho mucho daño a nuestra democracia local, al peronismo y a todo el pueblo veinticinqueño.
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