NO HAY CONFUSIÓN

Ya pasó el tiempo, después del sepelio de Santiago Maldonado. Ahora que el humo electoral se ha disipado pueden verse  mas claras las cosas. Es bien sabido la división social que causó, el tema de su desaparición. 

Yo separaría dos grandes cosas, dos aspectos importantes. Una es la figura y su contexto y otra es lo que uno siente como vecino, como padre, como amigo. Ahí se encuentra el nudo central. 

Yo no creo en la figura Marketinizada, pegada por todos lados, fotocopiadas y  donde parece Rasputín el maldito, mas que un neo guerrillero cubano. Ese no es Santiago, el lechu. Eso fue un producto artificial, proselitista, de bandera, de contexto de forma y no de fondo. Llevada la figura ( y no interesaba si aparecía o no) a ese paroxismo anarquista. El gobierno municipal, a través de sus comisarios políticos, aprobechó la oportunidad como se hizo en el ámbito nacional, de realzar una imagen, el producto. El veinticinqueño, ante el exceso de imagen,  luego del hartazgo, saltó al fastidio. Es por eso que solo el 1% de la población de la planta urbana participaba en las marchas, y solo el 20% le interesaba la suerte de Santiago. Dos cosas aseveran lo que sostengo:  una derrota electoral local por un amplio margen y luego de las elecciones se terminaron las marchas por la verdad y la justicia. 

Yo creo en la otra imagen, la del pibe soñador, la del chico que hacía tatuajes, que andaba pidiendo puchitos de pintura para hacer sus murales, ese que le gustaba el punk, que sentía muchas veces en su veinticinco que no lo entendían. Creo en la imagen del dolor de su familia, de su desesperación, del dolor de perder un hijo, un hermano, un pariente, un amigo... El dolor de saber que no encontrártelo en alguna calle para hablar del tiempo, de sus viajes, de alguna mina, de las tintas y los dibujos, de algún tatuaje. CREO EN EL PIBE DE LA FOTO.  

Un idealista que murió en su ley.