La intención de este trabajo no es la apología de la impunidad, sino observar distintos aspectos de nuestra sociedad en una década muy teñida por la violencia y tratar de imponer ideas de formas coercitivas. La observación de distintos caracteres que tuvieron en si una conjunción y que en nuestra sociedad subcutáneamente viven y dormitan y afloran en circunstancias específicas hasta en estos dias.
Hizo la bandera de la paz y la concordia, tratando de conciliar partes involucradas, siendo objetivamente lo mas correcto posible. Se puede escribir a cerca de la verdad, la que viví y la que fui descubriendo con el paso del tiempo, pero se muy bien que no es la verdad absoluta, por otra parte no busco esa verdad reveladora sino analizar en base a la misma por que somos los Veinticinqueños como somos.
Había además de los grupos de tareas indicado en capítulos anteriores, un cuerpo de infantería del ejército a cargo de un capitán, oficiales y tropa, destinados al control e identificación de personas, con el objetivo primario de detectar alguna posible célula o la punta del ovillo de la segunda línea de combate subversiva. Los informes secretos proveniente de informantes locales hacían que los controles no fueran esporádicos sino una o dos veces por semana.
Se manejaban en vehículos del ejército, como así también en un helicóptero, los cuales recorrían la jurisdicción. La base de operaciones y centro administrativo para los operativos de control local se encontraba en el predio de la Sociedad Rural Veinticinqueña, donde casi toda la comisión directiva de ese entonces tenía una magnifica relación con la esfera militar. Era común ante estos operativos, pedir la colaboración de la comisaría y rara vez se efectuó un control sin el conocimiento de la fuerza policial local.
Fueron pocas las oportunidades que trabajaron los grupos de tareas conjuntamente con los militares que efectuaron los controles, por lo menos en esta planta urbana.
Entre las medidas de control se hallaban sobre el arribo y la partida del tren local, en la terminal de micros, donde algunas empresas como el Expreso Liniers, llegó a pedir numero de documento y los datos de filiación de sus pasajeros, ante cualquier eventualidad o control en la ruta. Había un rígido control televisivo y las noticias que se transmitían por la repetidora del canal 2. Otro órgano de control estricto era el correo argentino, que por ese entonces era la única empresa postal, no así de encomiendas porque se podía mandar paquetes por micro y tren. En muchísimas oportunidades se dió que los empleados del correo podían abrir correspondencia sospechosa sin orden judicial y estaban obligados a denunciar la irregularidad detectada. En esa época un casette mandado, un libro, un folleto podía ser correspondencia "Peligrosa" y caer sobre el destinatario, como sé que pasó.
Los militares, y anteriormente el gobierno Peronista, hablaban de "Una gesta patriótica y la guerra antisubversiva", en donde debería haberse interpretado: la violencia engendraba mas violencia y la escalada tomaba un aumento donde Argentinos mataron Argentinos y no había enemigos, éramos solo hermanos que pensaban distinto. Es de mencionar que en las ciudades cabeceras de la zona, este tipos de medidas de control en mayor o menor escala eran cumplidas.
Con respecto a las radios locales, existían para las vísperas del golpe de estado primero La Emisora 25 y posteriormente Emisora centro, las cuales eran circuitos cerrados de radio, con un difusor (parlantito), con un enorme cablerío, en donde el estado controlaba estrictamente la música que se propalaba, como así también la certificación de identidad de los operadores de radio y locutores. El ente de regulación radiofónica, giraba planillas de los artistas y canciones prohibidas para no difundir, donde cuyo cumplimiento de la censura de artistas era estricto, so pena de quita de la licencia, previo denuncia policial al detectarse el no cumplimiento.
A tanto control, igual el otro bando se las ingeniaba para colaborar con la lucha. Es que esos jóvenes, muchas veces no se les ocurrió medir consecuencias ni al peligro al que se exponían y para algunos, no tenían ni idea que podía terminar trágicamente su existencia. Les parecía mas que todo una aventura, una película donde eran los actores principales, el muchachito y la chica bonita y que como en todos los films todo terminaba bien. La gran mayoría los movía la aventura, las ganas de cambiar algo, la gente, la sociedad, el entorno, mas que las convicciones.
Colaboraban en una aventura, querían creer en algo.
Y es así que según me contó Pichi Gómez, que en una oportunidad tiraron en la curva de la 36 y 104 por las vías del tren una maquina para hacer panfletos, ante la certeza que en la estación se hallaban el ejercito haciendo control de equipaje y si los pescaban con semejante cosa iban todos presos.
O cuando en el Centro de Estudiantes Veinticinqueños de La Plata, era un reducto donde se escondían estudiantes buscados por los Militares y la policía, y una noche cayó una grupo de tareas y todo terminó muy mal.
O cuando estudiantes residentes en La Plata y Buenos Aires se traían compañeros buscados intensamente por actividades guerrilleras, o cuando algún muchachito traía en su equipaje armas y explosivos para esconderlos en un lugar seguro.
Todas estas cuestiones que relato, sucedían de noche, de día, a la tarde o a la mañana; de un bando o de otro.
La gran alfombra de la sociedad, se tragaba todo, como era y es la costumbre pueblerina. Salía en el diario algún suceso relacionado y punto. Nadie se atrevía a comentar brevemente, mas allá de algo puntual. Ya en esa época teníamos pequeños vicios de una ciudad grande, pero que nunca quisimos que fuese tal, porque ese era el estereotipo de una urbe y la mayoría de los habitantes no estaba dispuesta a perder su seguridad, ni la paz de la siesta, ni sus costumbres como lo es, hoy en día.
Hizo la bandera de la paz y la concordia, tratando de conciliar partes involucradas, siendo objetivamente lo mas correcto posible. Se puede escribir a cerca de la verdad, la que viví y la que fui descubriendo con el paso del tiempo, pero se muy bien que no es la verdad absoluta, por otra parte no busco esa verdad reveladora sino analizar en base a la misma por que somos los Veinticinqueños como somos.
Había además de los grupos de tareas indicado en capítulos anteriores, un cuerpo de infantería del ejército a cargo de un capitán, oficiales y tropa, destinados al control e identificación de personas, con el objetivo primario de detectar alguna posible célula o la punta del ovillo de la segunda línea de combate subversiva. Los informes secretos proveniente de informantes locales hacían que los controles no fueran esporádicos sino una o dos veces por semana.
Se manejaban en vehículos del ejército, como así también en un helicóptero, los cuales recorrían la jurisdicción. La base de operaciones y centro administrativo para los operativos de control local se encontraba en el predio de la Sociedad Rural Veinticinqueña, donde casi toda la comisión directiva de ese entonces tenía una magnifica relación con la esfera militar. Era común ante estos operativos, pedir la colaboración de la comisaría y rara vez se efectuó un control sin el conocimiento de la fuerza policial local.
Fueron pocas las oportunidades que trabajaron los grupos de tareas conjuntamente con los militares que efectuaron los controles, por lo menos en esta planta urbana.
Entre las medidas de control se hallaban sobre el arribo y la partida del tren local, en la terminal de micros, donde algunas empresas como el Expreso Liniers, llegó a pedir numero de documento y los datos de filiación de sus pasajeros, ante cualquier eventualidad o control en la ruta. Había un rígido control televisivo y las noticias que se transmitían por la repetidora del canal 2. Otro órgano de control estricto era el correo argentino, que por ese entonces era la única empresa postal, no así de encomiendas porque se podía mandar paquetes por micro y tren. En muchísimas oportunidades se dió que los empleados del correo podían abrir correspondencia sospechosa sin orden judicial y estaban obligados a denunciar la irregularidad detectada. En esa época un casette mandado, un libro, un folleto podía ser correspondencia "Peligrosa" y caer sobre el destinatario, como sé que pasó.
Los militares, y anteriormente el gobierno Peronista, hablaban de "Una gesta patriótica y la guerra antisubversiva", en donde debería haberse interpretado: la violencia engendraba mas violencia y la escalada tomaba un aumento donde Argentinos mataron Argentinos y no había enemigos, éramos solo hermanos que pensaban distinto. Es de mencionar que en las ciudades cabeceras de la zona, este tipos de medidas de control en mayor o menor escala eran cumplidas.
Con respecto a las radios locales, existían para las vísperas del golpe de estado primero La Emisora 25 y posteriormente Emisora centro, las cuales eran circuitos cerrados de radio, con un difusor (parlantito), con un enorme cablerío, en donde el estado controlaba estrictamente la música que se propalaba, como así también la certificación de identidad de los operadores de radio y locutores. El ente de regulación radiofónica, giraba planillas de los artistas y canciones prohibidas para no difundir, donde cuyo cumplimiento de la censura de artistas era estricto, so pena de quita de la licencia, previo denuncia policial al detectarse el no cumplimiento.
A tanto control, igual el otro bando se las ingeniaba para colaborar con la lucha. Es que esos jóvenes, muchas veces no se les ocurrió medir consecuencias ni al peligro al que se exponían y para algunos, no tenían ni idea que podía terminar trágicamente su existencia. Les parecía mas que todo una aventura, una película donde eran los actores principales, el muchachito y la chica bonita y que como en todos los films todo terminaba bien. La gran mayoría los movía la aventura, las ganas de cambiar algo, la gente, la sociedad, el entorno, mas que las convicciones.
Colaboraban en una aventura, querían creer en algo.
Y es así que según me contó Pichi Gómez, que en una oportunidad tiraron en la curva de la 36 y 104 por las vías del tren una maquina para hacer panfletos, ante la certeza que en la estación se hallaban el ejercito haciendo control de equipaje y si los pescaban con semejante cosa iban todos presos.
O cuando en el Centro de Estudiantes Veinticinqueños de La Plata, era un reducto donde se escondían estudiantes buscados por los Militares y la policía, y una noche cayó una grupo de tareas y todo terminó muy mal.
O cuando estudiantes residentes en La Plata y Buenos Aires se traían compañeros buscados intensamente por actividades guerrilleras, o cuando algún muchachito traía en su equipaje armas y explosivos para esconderlos en un lugar seguro.
Todas estas cuestiones que relato, sucedían de noche, de día, a la tarde o a la mañana; de un bando o de otro.
La gran alfombra de la sociedad, se tragaba todo, como era y es la costumbre pueblerina. Salía en el diario algún suceso relacionado y punto. Nadie se atrevía a comentar brevemente, mas allá de algo puntual. Ya en esa época teníamos pequeños vicios de una ciudad grande, pero que nunca quisimos que fuese tal, porque ese era el estereotipo de una urbe y la mayoría de los habitantes no estaba dispuesta a perder su seguridad, ni la paz de la siesta, ni sus costumbres como lo es, hoy en día.
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