Tráfico de personas
Federica tiene 12 años y quiere ser grande. Federica tiene acceso a internet y una mamá presente. Un día salió a verse con su amigo Abel y no volvió a casa por dos días. Cuando al paso de las primeras horas la mamá llamó a Abel, él le dijo que hacía meses que no veía a la adolescente. Claudia Barrientos fue a la comisaría de su barrio en la Ciudad de Buenos Aires e intentó obtener ayuda policial para encontrar a su hija y no obtuvo de los funcionarios públicos mas que derivaciones y falta de interés. A su salida comprendió que debía buscar rápido a su hija y convocó a sus compañeros, docentes y a sus vecinos, que empapelaron el barrio con fotos de Federica y llamaron a los medios para pedir la difusión del caso y de la imagen de la nena. Cuando 24 horas después la adolescente apareció, estaba en estado de shock, golpeada y hasta tardó unos segundos en reconocer a su mamá. No quiso contar casi nada de lo que le había sucedido. En los días siguientes le preguntó a la madre si había un método "para olvidar" y expresó, "me hubiera muerto, me ahorraba un montón de trámites".
La chica no se recuperó enseguida, temía dormir a oscuras y no salía sola a la calle. Cuando Claudia revisó el historial de la computadora había encontrado a un tal Pablo Santos en Facebook que chateó con Federica y que con la misma foto se encontraba bajo el nombre de Matías Larralde, este hombre que daba como fecha de nacimiento 1977 tenía fotos en su muro con un tal Yuki del que figuraba un celular al que Claudia se comunicó sólo una vez. El que atendió el celular fue un hombre joven que le dijo: "estoy en problemas ¿no?". A casi un mes después de todo el primer episodio, y con la custodia policial en la puerta del edificio donde viven, Federica se volvió a ir. En su computadora otra vez el chateo, una dirección falsa y halagos mezclados con promesas. Cuatro horas después la escena se repitió, Federica apareció golpeada y shockeada pero esta vez el teléfono de Claudia Barrientos fue el que sonó y la vos masculina le dijo: "Ves, te la llevamos cuando nos da la gana y te la devolvemos cuando queremos... y si no queremos, no te la devolvemos más".
La historia no es de una película de terror, es la vida real y se repite en distintos lugares de Argentina cada día. Según un informe reciente de la Organización Internacional de Migraciones, una dependencia de Naciones Unidas, la trata de personas no podría desarrollarse sin la protección de "funcionarios públicos" y "miembros de las fuerzas de seguridad" a las que se les suma una larga lista de colaboradores en empresas de transporte y compañías de telefonía celular, entre otras. El objetivo es claro, la explotación sexual de las víctimas. Cientos de miles de dólares que pagarán clientes sin escrúpulos y sin moral.
El método más común de reclutamiento es el de seducción y el de las promesas a futuro, falsas propuestas de trabajo en ciudades lejanas y amores incondicionales que sacan a las víctimas de sus núcleos familiares, son sus armas más frecuentes.
Las más pequeñas con sus lógicas ingenuidades, con sus deseos de crecer y "salir al mundo", con su natural necesidad de alejarse de sus padres para crear su propia identidad, son la presa más codiciada y la que más fácilmente caen en las redes de sus depredadores.
Más de seiscientos menores están desaparecidos en Argentina y desde el Estado poco se hace para saber dónde están, y a quien benefician económicamente sus desapariciones.
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