Había nacido en 1770, en el seno de una familia acomodada de Buenos Aires y sin saber cómo, sólo guiado por un profundo deseo de libertad para su pueblo, dedicó sus días, su fortuna y hasta su vida persiguiendo la causa que creyó más justa.
Y si bien sus hazañas fueron muchas, su momento de gloria, tardíamente reconocido por cierto, se relaciona generalmente con aquella jornada frente a sus baterías a punto de lanzarse en batalla, a orillas del río Paraná, cuando enarboló por primera vez nuestra Enseña Patria, situación que, paradójicamente, le valió una dura reprimenda por parte del Triunvirato que por aquellos días gobernaba en Buenos Aires...
Sólo con sumergirnos en su historia, plagada de heroísmo, de entrega, de humildad, de honestidad... podemos realmente valorarlo.
Sólo con recordar sus últimas horas, un 20 de Junio, allá por 1820, en las que, a pesar de debatirse entre la vida y la muerte, a pesar del olvido, la pobreza y la desidia, no tuvo más que palabras de amor hacia la Patria, a la que lamentablemente no llegó a ver constituida... podremos comprender su grandeza.
Hoy nos toca, como en cada momento histórico, encontrarnos frente a quienes sólo buscan el beneficio personal, con quienes no pueden ver más allá de sus propias necesidades y deseos, con quienes no han tomado nota ni cuenta de lo que significa "el bien común", con quienes se llenan la boca diciendo "Patria", sin saber realmente de qué están hablando.
Pero, ante esta realidad, no debemos cejar en nuestra lucha.
No debemos sentirnos abatidos o únicamente enojarnos o indignarnos ante injusticias que tienen lugar a diario, ante tantas mentiras que se dicen.
Podemos hacer mucho más.
Podemos tomar el ejemplo de hombres como Belgrano, y tantos otros, que no se conformaron, que jamás se rindieron, que dieron todo, que tuvieron la conciencia de que había algo superior por qué levantarse cada día, algo que estaba mucho más allá que la propia existencia, y que, en función de ello, honraron verdaderamente a la Patria, desde donde les tocó estar o desde donde eligieron estar.
Y si bien sus hazañas fueron muchas, su momento de gloria, tardíamente reconocido por cierto, se relaciona generalmente con aquella jornada frente a sus baterías a punto de lanzarse en batalla, a orillas del río Paraná, cuando enarboló por primera vez nuestra Enseña Patria, situación que, paradójicamente, le valió una dura reprimenda por parte del Triunvirato que por aquellos días gobernaba en Buenos Aires...
Sólo con sumergirnos en su historia, plagada de heroísmo, de entrega, de humildad, de honestidad... podemos realmente valorarlo.
Sólo con recordar sus últimas horas, un 20 de Junio, allá por 1820, en las que, a pesar de debatirse entre la vida y la muerte, a pesar del olvido, la pobreza y la desidia, no tuvo más que palabras de amor hacia la Patria, a la que lamentablemente no llegó a ver constituida... podremos comprender su grandeza.
Hoy nos toca, como en cada momento histórico, encontrarnos frente a quienes sólo buscan el beneficio personal, con quienes no pueden ver más allá de sus propias necesidades y deseos, con quienes no han tomado nota ni cuenta de lo que significa "el bien común", con quienes se llenan la boca diciendo "Patria", sin saber realmente de qué están hablando.
Pero, ante esta realidad, no debemos cejar en nuestra lucha.
No debemos sentirnos abatidos o únicamente enojarnos o indignarnos ante injusticias que tienen lugar a diario, ante tantas mentiras que se dicen.
Podemos hacer mucho más.
Podemos tomar el ejemplo de hombres como Belgrano, y tantos otros, que no se conformaron, que jamás se rindieron, que dieron todo, que tuvieron la conciencia de que había algo superior por qué levantarse cada día, algo que estaba mucho más allá que la propia existencia, y que, en función de ello, honraron verdaderamente a la Patria, desde donde les tocó estar o desde donde eligieron estar.
Si se hiciera justicia, la calle 9 debería llamarse Manuel Belgrano. Tal vez algunos no coincidan con este criterio, pero si leemos la VERDADERA HISTORIA, veremos que los méritos los lleva el creador de la enseña patria, no el fundador de clubes, sociedades o mentor de actividades hípicas. Por eso, estamos como estamos.
ResponderBorrarademas de la sociedad rural...este que, le faltó decir..
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