A menudo oímos hablar a la gente acerca de la poca autoestima hallada en amigos o familiares, censurándose así la forma de ver la vida en los demás. De esa manera aparecen los señalados en las críticas como indolentes sin metas fijas, alentando a su prójimo a ocuparse de ellos.
A veces pasa que los aludidos, viven rodeados de quienes, habiendo pasado la etapa de sus propios sueños, no los han visto cumplidos como hubieran querido y vuelcan sus frustraciones personales en aquellos que los suceden.
Ese carrusel de fracasos concatenados se observa con frecuencia en comunidades a las que uno ha conocido como adalides del progreso social y el desarrollo económico y que a la vuelta de los años se descubren como abandonadas a su suerte, a pesar de contar con sectores de envidiable nivel intelectual, así como con hombres talentosos y emprendedores en el universo del conocimiento, la ciencia, la política y la economía.
Descubrí el distrito de 25 de Mayo a principios de los ’70 del siglo pasado por motivos laborales y desde entonces no dejé de volver. Era éste un lugar que atraía por su dinámica. Existía una buena cantidad de pequeñas factorías a las que hoy denominaríamos como de "emprendedores", además de un activo comercio minorista que abastecía de productos, bienes e insumos de buena calidad, como para una demanda en crecimiento.
En lo social se advertía una comunidad con rasgos hasta presuntuosos y por añadidura, una grey docente de excepción, muy orgullosa de ello.
Luego de algunos años, con más rocío sobre los hombros, con lazos que me pialaron feo, decidí (—) que este sería un excelente lugar donde "dejar mis huesos" y sin pedir permiso, me asilé en él.
Desde entonces he venido comprobando cómo, de manera hasta diría sublimal, algo inexplicable se fue adueñando de la voluntad del común de los veinticinqueños, a pesar de los esfuerzos hechos por sus integrantes por repechar el destino de su patria chica.
Primero fue el cese de distintos emprendimientos de pequeño porte, luego el de una tradicional industria molinera, para culminar con el cierre de una importante industria del calzado, que alguien desde el poder municipal lograra asentar aquí y no en otro distrito.
Fueron ingentes los esfuerzos por sustituir esas importantes fuentes de trabajo, como los realizados para volver a utilizar la mano de obra ociosa que las mismas dejaran. Se superó así el déficit laboral dejado tras el cierre, con la creación de una cantidad de pequeños emprendimientos que, mal o bien, de alguna manera aún subsisten.
Desde el poder municipal se hicieron -y se siguen haciendo- grandes esfuerzos por crear un polo de desarrollo de PYMES y Miniempresas, pero a pesar de todo ello, subsiste el éxodo de jóvenes trabajadores y de aquellos estudiantes a los que sus padres ayudan a concluir carreras universitarias, no pocas veces con grandes esfuerzos y que no regresan, ante la falta de oportunidades.
A todo esto, no se avista en el horizonte de nuestra sociedad, la manera de volver al dinamismo de los ´70 y los ´80, del que hablo en esta nota.
Sabemos que no ayuda la carencia de un medio de transporte como el ferrocarril que nos acerque físicamente a los centros de poder económico.
También conocemos las limitaciones existentes en materia de comunicación vial. Pero, me animo a aseverar que, si nos repensáramos como comunidad orgullosa del terruño, hallaríamos la forma de unirnos con el propósito de volver a tener un 25 de Mayo como el que fue.
Estoy seguro que en cada uno de los sectores afectados por este atrevimiento mío, pensarán respecto a la cantidad de motivos exógenos que comprometen el acometer cualquier aventura en la actualidad.
Pero también puedo asegurar que si entre todos, autoridades, Poder Político, Instituciones Intermedias, entes rectores de la producción primaria, comercio, industria y la Banca, con apoyo de la comunidad laboral, tratáramos de iniciar el camino del regreso, buscando nuevas formas de transitarlo, al cabo de unos años veríamos reverdecer como nunca la tierra de Isidro Quesada.
Tenemos ejemplos de que con voluntad, profesionalismo y entusiasmo se pueden mover montañas.
Recordemos que hace una década, en medio de la más cruda crisis económica y social, un grupo de gente joven decidió cambiarle el rumbo a una fiesta. ¡Y le "pintaron" la cara a la ciudad con un evento de carnaval distinto! Dios solo sabe las críticas que esa gente recibió, pero con la colaboración del Municipio, repitieron la experiencia una y otra vez.
A la vuelta del primer lustro ese suceso había crecido de manera superlativa. Hoy es un orgullo que hasta hemos "exportado" y al cual las autoridades lo distinguen y apoyan como un acontecimiento de gran valor para toda la provincia.
¡Pasó sólo una década desde aquel lejano 2001!
Por qué entonces -entre todos- no intentamos crear nuevos desafíos referidos a la búsqueda de inversores que quieran integrarse a nuestra comunidad productiva o ideamos distintas maneras de promover el Turismo de Tiempo Breve con la concreción de un Calendario que no se agote en seis semanas, sino que dure 12 meses.
Todo es cuestión de trabajar en comunidad. Algo nada fácil, pero posible. Sólo hay que probar. ¿No le parece, vecino?
"DE ACUERDO"
ResponderBorrar