Una película fascista. En Transformers 2 la política se reduce a los políticos, las mujeres a la reproducción o el placer y los universitarios a conspiradores contra el gobierno.
Transformers bis es una película fascista. No lo es (no lo es sólo) porque glorifique a las Fuerzas Armadas estadounidenses y asuma que los políticos "civiles" son gente imbécil digna de la caricatura y la burla. Primera prueba de fascismo: reducir la política a los políticos, algo que ha causado estragos en la vida civil global, que se preocupa menos por cómo la dirección del Estado influye en sus vidas que por si el "político" tal o cual aparece en los medios. El fascismo comienza en el manifiesto de que el ciudadano abandone la política.
Dijimos que hablaremos de cine y parece que no, pero sí: este fascismo sostiene el film y continúa. El trato de las mujeres es impiadoso. Hay tres: una de ellas es la madre del protagonista, tan torpe que hasta se droga inadvertidamente con marihuana. La otra es la novia del joven, que además es mecánica: dado que se trata de una película de robots, no es incoherente que Megan Fox sea un póster de gomería en todas y cada una de sus intervenciones. La tercera es la rubia mala que termina siendo un robot y casi viola al protagonista, quizás el único personaje coherente con el desprecio por lo humano que destila toda la trama. Las mujeres son, pues, o bien reposo del guerrero o bien su reproductora. Hay por ahí un pequeño indicio de que las cosas hay que tomarlas con ironía (el leitmotiv romántico que acompaña a la chica-robot), pero el tono general del film lo disuelve. Algo coherente con la impericia genética del director Michael Bay.
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